Por: Luis Jaime Cisneros
Fuente: La RepúblicaEs verdad que mucho enfatizamos –al inaugurar los cursos universitarios– sobre los deberes que el estudiante debe cumplir: estudiar, reflexionar, debatir, investigar. Proponerlo es fácil, y conviene tener presente que no a todos los jóvenes les puede re-sultar fácil (por no decir apetecible) la tarea.
Para muchos, representa un compromiso angustioso. Y es que, en realidad, el ambiente que sorprende al estudiante en este trance, no llega a garantizarle sosiego indispensable, ni le ofrece modelos que tonifiquen la esperanza y la moral. Hay que reconocerlo para comprender la inquietud que suele apoderarse del muchacho, situación que no suele percibirse en el hogar y a la que no puede desconocer la institución universitaria.
Y es que esta nueva perspectiva no sólo representa para el alumno lecturas y lecturas. Significa también aprender a disciplinarse libremente. No hay manera de que la universidad le imponga actitudes. Lo único que podremos ofrecer es escucharlo y ayudarlo a descubrir sus propios recursos para enfrentar la situación.
La autoridad que ejerce la universidad es ajena a toda clase de imposición. La imposición –lo dijo acertadamente Karl Tünnermann– falsifica el orden universitario. Y es que no les es fácil a los ingresantes descubrir que la inteligencia armada de la libertad, nos confirmara personas y nos abre –y respalda– el camino hacia el porvenir.
Cuando destacamos el valor de la disciplina universitaria es porque ayuda a reforzar la autenticidad. Y sólo en el ejercicio de la autenticidad, el estudiante se confirma ciudadano, capaz e independiente. Esa independencia lo respalda para ejercer sus derechos cívicos. Y esa independencia le permite participar –como delegado estudiantil– en las distintas esferas de gobierno de la universidad. Y esa independencia –por cierto– respalda y garantiza su honestidad para elegir y ser elegido. En ese momento el alumno comprende por qué afirmamos que quien se consagra a la docencia en la vida universitaria está participando –como enseñaron los griegos– en la política y trabajando por el futuro de la república.
Este interés por la política es –de otro lado– perspectiva que la universidad no debe descuidar. El cogobierno universitario colabora ciertamente. Pero el alumno debe adquirir conciencia de cómo –miembro como es de un país en desarrollo– debe acostumbrarse (para actuar seriamente como científico) a investigar, a comprobar personalmente cuanto afirman libros y profesor. Esa es la tarea fundamental de la universidad. Para eso debe acostumbrarse a los debates, a los ensayos. Es en ese ejercicio donde se descubrirá creador y se prestará a continuar estudiando.
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